La casa de Serafín era muy antigua y la verdad que no era posible la restauración, muros de tierra, grandes y humedades, tejados en mal estado, por lo que decidí tirarla al suelo y empezar de nuevo, no sin que se me encogiera un poco el corazón por lo antigua que era, pero sobre todo pensando en la familia que había vivido allí, y que una excavadora estaba destruyendo el lugar y los recuerdos de su infancia. Cuando pensé en la nueva casa, el Patio del Carbón, también lo tenía muy claro, al igual que la vieja casa, esta tenía que tener un patio interior, al estilo de las muchas casas que aún sobreviven en el barrio de la Cruz . Una vez que tuve los planos empecé a soñar con ella, ya en mi mente, paseaba por la casa, ya me pedía cosas, que suelos ponerle que decoración hacerle. Según fui construyéndola, la casa me hacía seguir con lo previsto o cambiar. Soy albañil y la verdad es que trabajar así es un placer, muchas horas mirando y buscando materiales que compaginaran, intentando sobre todo una armonía en la decoración. También sufrí mucho, muchísimas horas trabajando, sin vacaciones ni descanso, trabajando después del trabajo, pero la verdad es que era una gozada ver cómo iba tomando forma, vida. Poniéndole mi alma, como siempre, a todo lo que hago. Una mujer que me alquilo la casa al verla me pregunto ¿no te da lástima alquilar esta casa? no, porque la he hecho pensando en gente como tú, que viven en ciudad o en un piso. Cada vez que hacía algo pensaba en mis clientes, cuando vean esto o aquello… y me llenada de satisfacción. Cuando faltaba poco para terminarla mucha gente me preguntaba tendrás ganas de terminar -sí y no- sí, porque estaba ya un poco cansado, y no, porque vivía y disfrutaba con ella, me resultaba muy ilusionante. Cuando la terminase solo vendría de visita. Lo que realmente me da lástima es cuando está vacía, la hice para que se disfrutara, no para que se encontrara sola. Cuando se tira un tiempo sin nadie, vengo yo, ha hacerle un poco de compañía.