Elegí Tetir porque tiene algo que no se puede explicar del todo con palabras: una quietud que abraza, una autenticidad que aún resiste al paso del tiempo. Es un lugar donde la isla se muestra tal cual es, sin adornos, y donde cada atardecer parece una conversación silenciosa con el paisaje.
De los alrededores, recomendaría perderse por sus senderos, disfrutar del silencio de sus campos, visitar la pequeña ermita, y, si se puede, coincidir con alguna de las fiestas populares del pueblo, que conservan el sabor de lo antiguo. Además, al estar en el centro de la isla, todo queda cerca: desde las playas de El Cotillo hasta los caminos históricos de Betancuria o el bullicio amable de Puerto del Rosario.